El orfebre

1
 Reconstruye sus heridas, remienda sus quimeras; aprende a vivir y lo aprehende el silencio. Galardonado le resta puntos a la muerte. Pródigo en noche fértil, siembra imágenes y deseos. Arrebata pasos a los días. Se alumbra con estrellas primeras, con los luceros de la casa grande. Tiene el corazón en su empuñadura de fuego.
2
Hace inventario a las palabras, balance a las verdades; Deja sus versos para el futuro y como árbol sus sombras navegan hasta otros mundos. Con voces amorfas se acompaña. Crece desde la laguna y muere en la Osa Mayor. Frente al mar escucha su corazón y parte a su patria, ancla sus versos a su fortuna, a su combate contra la noche.
3
Es inmortal cuando festeja, es fragua que crece, joven asertivo, anciano y crisol, amante de días feriados, entusiasta de yunques y tormentas. Forjador de un pueblo añejo, recoge nuevos brillos, caminando con viejos esmeriles. Sus cinceles golpean el metal indescifrable y agradecido devuelve al mundo sus moldes.
4
Su refugio Es un péndulo sostenido por la sed. La noche le tiende sus luceros. Se ríe de lo que es y lo que no fue. Calienta su rostro en un sol fraterno, mantiene un ojo abierto a destello y otro cerrado a la tormenta. Ama con poder y con el mismo abrazo deja amar. Con ufano tesón sucumbe en sus ardores. Todo lo que toca florece al oro. Estremecido esconde su hiel Porque contiene una alegría sostenida y con serenidad muere.
5
La ironía lo confirma, la felicidad lo cosquillea. Su corazón cimbra con la sombra y el ayer. Hace suyo los clamores del amor. En su fuero busca lo perfecto y lo encuentra, amanece y anochece es su juego contra muerte. Frente a sus ojos, la ciudad es un espejo y su viejo amor en su taller lo atrapa.
6
Con apego estoico envejece en otro trovar. Oye pasos que no volverán el próximo invierno. Recuerda horas añejas. Nace a nuevos versos y vuelve a los senderos del poema. A la prosa fáustica donde su frente despierta. Su corazón tiene construida una torre que ningún río puede erosionar.
7
 Urgente como un niño se deja llevar por la alegría y aun bajo la roca de la noche su silencio no se llena de asombro, por eso va con los peregrinos lejos para oír más, para llenar de profundidad su respirar.
8
Encuentra vano el pasado y la esperanza, Blindado de vida, el futuro y el ayer le estorban. Sus juguetes son los trenes que envejecen. Sus venas, los ríos que ahogan sus valles. Lleno de inocencia se desgasta corazón adentro, con amistad y con fuerza descomunal se mira creciendo.
9
Su cincel deposita su amplia huella. Celebra altivo y ríe. Suya es la palabra, con ella forja su canto y recibe los días. Obtiene una ciudadanía en la noche y otra en la muerte. Es silente dueño de abrazo y fuego. Hijo natural de la mañana Conoce el fin del mundo, saber de buena tinta su andar. Catador de dogmas con ojos de Fénix y Basilisco.
10
Ángel extremesido en la casa sonora del hechizo, con tristeza de Quijote en hora altanera, crece en la estación de trenes desvastada. Retorna por el camino los jardines florecientes, y el volcán le espera con viento abrazante. Tiene premura para de cada alegría y el agobio hecho canción. Guarda cartas inconfesables. Cuenta su salud y ventura que cada noche retoma. Descifra en su hondo respirar y pasan sus tristezas sobre los días. Su pan comparte con los trashumantes, En horas amorfas amasa la hogaza de su paz.
11
Diestro en amaneceres, regresa a su pozo de anhelos, cómplice de luz y de Quetzalcoatl, enamorado de las ciudades y los caseríos. Ejercita su embate, Confirman la vida y lo vivido. Perviviendo sin dudas, sin culpas. Músico y portaliras, de sinfonía, desertor pródigo de misterios. Tallador de abrazos y piezas. Bocelador de máscaras altivas. Contador de segundos. Caballero del ajedrez y la partida. Píndaro apócrifo en el espejo de los días.
12
El maíz lo corona, dilecto, campesino, artesano, artista; hijo extremo del siglo amargo, creciendo sin reglas, ni disciplina. Niño entre jueces y tribunales. Demandado inoportuno. Pájaro entre audiencias, carente de solemnidad. Nietos de carceleros y pandilleros. Victimas de una pesadilla sin dueño, damnificado de un cielo no logrado. El maíz fermentó su sangre. Crece y vence los diluvios. Su arado surca el amanecer y en sus huesos crecen milpas nuevas.
3
No termina de nacer y es viejo en guerras, y utopías. Rasga su corazón en la sombra para aventajar la alborada. Esforzado, solícito, afanoso, nació con la agonía. Junto a sus pasos inauguran bulevares de sangre. Los suburbios se hunden en la nostalgia. Los terremotos inclinan su inocencia. Con la ciudad se extiende. Y noctívago llega como extremo habitante desde el subsuelo, desde los ríos se hace memoria y en el epicentro de las barrios se entrega al amor.
14
Nace en cada sílaba y deja su sangre en cada palabra. La tierra lo abraza y lo levanta. En cada paso extiende su canto viviente, descansa adelantado y encuentran en cada rostro travesías. Su intima Demencia es imperfecta cordura, trazo perenne y abrazo, buscando la muerte encuentra más vida. 
15
Trashumante retornó a su altillo, su bohardilla sus paredes de diplomas y blasfemias a su librera, sus guitarras. A los veranos que el terremoto agrietó. A la maquina que devoró sus huellas la escuela, la iglesia, la plaza, su cancha al mercado que quemó su infancia, los comedores y abarroterías, sus billares, sus cines los puertos, la fiesta, la vida.
16
Tiene hermanos en el Oriente, en el Norte y en la Muerte. Tiene en el pecho un reloj de viento, un octubre que en su ojo sucumbe, un ánimo que escruta la humedad, un vino en copa de sangre, una alquimia de fingida demencia.
17
Cabalga su alegre juventud, vuela de la muerte a un camino furtivo en luz, transita y se eleva entre anhelos. Entre lugares sagrados del placer y el caos, canta a los proscritos, quema escondidas huellas, dichas y canciones. Por que su verso crece, se abandona y perdona, ama y pervive.
18
Forja el mañana desde la muerte, acompañado de difuntos reconstruye el amor. fuerte en su empeño cuestiona otras mejillas. Camina entre terremotos, aguaceros y esperanza, entre pueblos de volcanes despiertos y deslaves; crece como río inclemente en sus jardines de orillados trenes, entre asilos y damnificados presiente su presea.
19
Sus días duran veinticinco horas. En amoríos y alevosos pasos, fundiendo sus días de jade y atardecer, de suaves palabras, de lumínicas marchas. Carga los dados de su mente. Emisario en los pasos chispeantes. Estibador de faunos y quimeras Urgido en el sonoro sol de los cerros. Trasgresor del insulso canto, del tierno inventario, sangran sus pies cuando se encamina a una montaña de los crisoles.
20 Ha visto el engaño de orfebres mortales, el despertar de la flor y la rosa siniestra. Minar la noche sublime donde nacieron auroras. Ha desandado lo amado, desdibujado versos subterráneos y ha empuñado Odiseas, ha forjado ardor y coraje Suya es la senda que lo espera al concluir la noche, ileso encuentra su corazón y el fuego.
21
 Escribe desde otras vidas palabras que no pueden descifrar sus pensamientos, sus voces, con ellas sostuvo sus sentidos. Dicciones que fueron cortinas y muros de una casa inmortal. Sus verbos fueron techo y cimiento ventanas para una casa habitada.
22 Trovador seminal digiere su pena y amargura, filósofo y pedagogo, jurista, comerciante, paladín de su causa, de la verdad hecha sangre y lagrima. ¿Qué puede más un bardo que dona su fe a los moribundos? ¿Qué puede sino descansar, dormir y levantarse muy temprano a su laborar?
23
Recuerda el mar, la ensenada en el vuelo de pájaros en la rauda mirada. Tanta desnudez no fue misterio, fue canto a la juventud y al ensueño. Recuerda la ribera, los náufragos, la niñez informe. Entre las espinas de la playa y los recuerdos. Fue dueño la isla y la noche fundida. Del fuego lejano que la noche consumió en su fogata los luceros.
24
Fue la confirmación de un sendero sin soledad. La pasión de un augurio tibio que germinaba. El oscuro latido el ardiente paseo de las horas. La huella llena de presencias y poemas El pueblo sobrado de amaneceres. El signo de la cita infinita. El inagotable el sino de su alegría.

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